Los loros son criaturas extraordinariamente sociables. Aún cuando muchos nazcan en cautiverio, su instinto innato de socialización persiste, por lo que no pueden considerarse -o intentar- que sean completamente domesticados.
En su hábitat natural, los loros son criaturas activas y participativas. Dedican su tiempo a una variedad de actividades que van más allá de la simple alimentación. Vuelan en busca de alimentos, establecen áreas de anidación, participan en complejos rituales de apareamiento y disfrutan de baños refrescantes. Así, forman grandes bandadas que viven y viajan juntas.
La comunicación desempeña un papel crucial en la vida de los loros. Emplean una combinación de vocalizaciones y lenguaje corporal para transmitir mensajes a otros miembros de su especie. Estos sonidos pueden variar desde llamadas de alerta hasta complejas vocalizaciones que permiten la identificación individual y la expresión de emociones. Además, el lenguaje corporal, como movimientos de la cabeza, las plumas y la postura, también contribuye a la rica paleta de señales que utilizan para interactuar.
Cuando se encuentran en entornos de cautiverio, su necesidad inherente de interacción social no disminuye. De hecho, los loros a menudo buscan la compañía de otros individuos, ya sean de su especie o, en su defecto, de sus cuidadores humanos. Esto subraya la importancia de proporcionar un entorno estimulante y enriquecedor para estos animales, ya que la falta de interacción social puede afectar negativamente su bienestar emocional.
Si estos animales son privados de espacios en que puedan ejercer su naturaleza, pueden llegara deprimirse y ponerse ansioso, lo que puede resultar incluso en que se autolesionen, arrancándose las plumas, por ejemplo.
Fuente: Discover Magazine.