En el último índice de salud estadounidense Axios-Ipsos, los norteamericanos ven ahora la mala salud mental como una de las mayores amenazas para la salud pública, situándose justo detrás de la obesidad y la epidemia de opiáceos.
El informe revela que casi nueve de cada diez personas afirman considerar los problemas de salud mental como una grave amenaza social que ahora supera al acceso a las armas de fuego, el cáncer o el Covid-19.
Sin embargo, el tratamiento de las afecciones mentales difiere enormemente del de las enfermedades más tradicionalmente consideradas “graves”. La Dra. Nicole Siegfried, directora clínica de Lightfully Behavioral Health, cree que ésa es una de las mayores deficiencias de la atención y el tratamiento de la salud mental en Estados Unidos.
“Si comparamos una enfermedad como el cáncer, por ejemplo, un médico nunca daría el alta a un paciente sin un plan de tratamiento adecuado y agresivo en marcha; mientras tanto, a los pacientes de salud mental de alta gravedad se les da el alta del hospital con pocos o ningún paso siguiente, a veces con un guión y se les deja que afronten la batalla por su cuenta“, señaló Siegfried.
La falta de recursos para quienes luchan contra pensamientos suicidas crea un ciclo de reingresos hospitalarios, que ella se propuso abordar. Señala que la salud mental debe tratarse con la misma seriedad que otros grandes problemas de salud pública.
El cirujano general de EE.UU., el doctor Vivek Murthy, dijo que a lo largo de los años cita la soledad como una crisis de salud pública.
“Nuestra epidemia de soledad y aislamiento fue una crisis de salud pública infravalorada que perjudicó la salud individual y de la sociedad. Nuestras relaciones son una fuente de curación y bienestar que se esconde a plena vista y que puede ayudarnos a llevar una vida más sana, más plena y más productiva“, afirmó Murthy.
“Dadas las importantes consecuencias para la salud de la soledad y el aislamiento, debemos dar prioridad a la creación de conexiones sociales del mismo modo que dimos prioridad a otros problemas críticos de salud pública como el tabaco, la obesidad y los trastornos por consumo de sustancias. Juntos, podemos construir un país más sano, más resistente, menos solitario y más conectado“, agregó el especialista.
El informe hace un seguimiento del desplome de las conexiones sociales -especialmente entre los jóvenes- y muestra que la mitad de los adultos se sienten solos, lo que se relaciona con miles de millones de dólares en costos sanitarios. Los resultados muestran que la soledad es tan mala como fumar y tiene profundos efectos en la salud mental, aumentando los riesgos de enfermedades cardíacas, derrames cerebrales y demencia. Cita como antídoto a esta crisis la necesidad de reconstruir el tejido social de este país a través de las conexiones sociales.
La Dra. Pooja Rupani declaro: “A la luz de los últimos años y del trauma colectivo que hemos sufrido durante la pandemia como comunidad mundial, estos resultados no son sorprendentes”, dijo. Continuó explicando que el aumento de los costos de la vida y el escenario político y cultural cada vez más divisivo en EE.UU. están acumulando más estrés que nunca.
“De hecho, es sumamente alentador que la salud mental esté recibiendo la atención que merece a través de las publicaciones de investigación y la cobertura de los medios de comunicación”, insistió la doctora. “El estigma en torno a los desafíos de la salud mental fue tan debilitante durante tanto tiempo que, para nosotros, hablar de ello libre y abiertamente es el primer paso que podemos dar para dar prioridad al bienestar mental”, señaló.
Así tambien aseveró que: “Contrariamente a lo que mucha gente cree, la expresión ‘salud mental’ no es sinónimo de tener dificultades mentales o un diagnóstico psiquiátrico grave. En términos generales, la salud mental es nuestro bienestar emocional que repercute en nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos, e incluso en la salud física”.
“Todo el mundo tiene salud mental, explicó Rupani, e influye en nuestras relaciones, en nuestro rendimiento escolar o laboral, en nuestra capacidad para afrontar pequeños y grandes desafíos vitales, en nuestra capacidad para manejar el estrés y en nuestra capacidad para comunicarnos eficazmente con los demás. Así que si repercute en la mayoría de las áreas de nuestra vida, y todos la tenemos, es lógico que deba tratarse como cualquier otro problema importante de salud pública”, señaló.
“Las políticas de empresa que dan prioridad a un equilibrio saludable entre la vida laboral y personal, la conexión social, las prestaciones culturalmente competentes y la comunicación transparente pueden hacer un gran impacto para poder afrontar juntos esta crisis”, afirmó.