En la Amazonia colombiana se encuentra desde hace décadas Fernando Trujillo, los indígenas lo bautizaron como “Omacha”. En un inicio se pensó que se trataba de una burla, hasta que le enseñaron el significado de esa poderosa palabra: “el delfín que se convierte en hombre”.
Trujillo es explorador de National Geographic, originario de Bogotá, pero desde pequeño se interesó por la fauna que se encontraba más allá de los límites de la capital colombiana. Por ello decidió estudiar Biología Marina.
“Cuando yo empecé a estudiar Biología Marina me apasionaban los grandes vertebrados acuáticos. Soñaba con trabajar con tiburones, con ballenas, con delfines, especialmente en el mar, porque yo me formé como biólogo marino, pero escuchar que había delfines de agua dulce en el Amazonas fue todo un descubrimiento. Era como un ser mitológico. Empecé a buscar y no se sabía prácticamente nada. Había muy pocos estudios” cuenta Fernando.
Siendo joven asistió a una conferencia del oceanógrafo Jacques-Yves Cousteau, cuyos documentales el veía, y se animó a entablar un tímido diálogo con él. Mismo investigador que le dijo que nadie estaba estudiando a los delfines rosados.
“De alguna manera generó esa chispa en mí, esa ilusión”, recuerda.
Descubrió que su misión estaba allí y allí se dirigió. Viajó en un avión de carga a la ciudad de Leticia y, desde ese punto en barco, a un pequeño pueblo indígena que se llama Puerto Nariño.
“Era un pueblo muy pequeño y muy pacífico, y ahí fue donde se cocinó de alguna manera toda esa pasión, todo ese romanticismo por conservar una especie”.
Fernando explica: “Mi trabajo es muy variado, pero básicamente está concentrado en la conservación de la Amazonía y la Orinoquía. Para hacer esto, hace muchos años escogí una especie emblemática, que son los delfines rosados”, quien en 1991 creó la Fundación Omacha.
En el Amazonas hay dos tipos de delfines, cuenta. El rosado, que es muy inteligente, le gusta acercarse mucho a los seres humanos. “Entonces se acerca a las canoas, suelta burbujas y eso genera un montón de historias y mitologías alrededor de ellos. Cambian de color, son grises y después de un rato de hacer mucho ejercicio se vuelven rosados. Entonces esto ha generado, digamos, un montón de fantasías e historias alrededor de ellos”, relata.
Luego están los grises, más pequeños, más tímidos y muy saltarines.
“La gente local los ve de maneras muy diferentes. Al rosado le tienen respeto e incluso miedo, y al delfín gris lo ven como una criatura apacible, amorosa, que hay que cuidar”.
La metáfora de “jaguares del agua” aplica a la perfección, según su relato: “cuando se inunda la selva, dice, se meten en ella y literalmente vuelan entre los árboles capturando peces”.
Como parte de la Expedición Perpetual Planet al Amazonas, de National Geographic y Rolex, este biólogo lucha por preservar esos ecosistemas.