El Príncipe Felipe de Edimburgo, marido de la reina Isabel II, falleció este viernes a la edad de 99 años, según anunció la Casa Real británica en un comunicado.
Aunque la frase dice que “no hay muerto malo”, lo cierto es que el consorte de la monarca británica era amado y odiado por los ingleses.
Mientras algunos veían en él al compañero y consejero de Isabel II, otros lo recuerdan como un racista y que no se daba cuenta de las incómodas bromas que lo hacían meter la pata en más de una ocasión.
“Los chinos destacan por sus ojos rasgados”, “los escoceses son borrachos” y “los nativos de Nueva Guinea son caníbales”, son solo algunas de las frases que dijo el fallecido príncipe en ceremonias oficiales o visitas de Estado.
Sus salidas de libreto fueron tantas que incluso dieron para la publicación de dos libros. “Prince Philip: Wise Words and Golden Gaffes” y “Duke of Hazard“, recogen metidas de pata como cuando dijo que “los aborígenes australianos se matan a flechazos”.
O cuando dijo que debido a la crisis económica que atravesaba Reino Unido “probablemente tendré que renunciar al polo”. En 1981, durante la recesión, señaló que “todo el mundo estaba diciendo que debemos tener más tiempo libre. Ahora se quejan de que están en el paro”.
Una de las metidas de pata más comentadas fue en 2009, cuando el por entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le dijo que ese día se había entrevistado con el entonces primer ministro Gordon Brown, el político David Cameron y Dmitri Medvédev, “¿Es que puede distinguir a unos de otros?”, le preguntó Felipe.
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