Pablo Escobar es un hombre que pasó a la historia como uno de los delincuentes más poderosos de la historia. Y no es para menos, ya que se sabe que en su momento de mayor influencia, Escobar controlaba el 80% del mercado mundial de cocaína y era dueño de una fortuna que se acercaba a los 25 mil millones de dólares.
Sin embargo, a comienzo de los años 90, la guerra contra el narcotráfico estaba en su máximo apogeo en Colombia. Lo cual llevó a que la caída de Escobar, luego de escapar de la cárcel en 1992, fuera rápida y fulminante. Una vez que se convirtió en fugitivo, no sólo tenía a las fuerzas estatales pisándole los talones, sino que además era perseguidos por Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) y sus rivales en el negocio. Es por esto que, junto con su familia, tuvieron que desarrollar un elaborado sistema que los mantenía permanentemente un paso más adelante que sus perseguidores. Básicamente era algo así:
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Escobar contaba con un set de 15 casas dentro de Medellín, las cuales usaba como escondite.
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Jamás pasaban más de 48 horas en una misma casa.
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Cuando llegaba el momento de trasladarse a un nuevo recinto, Escobar vendaba los ojos de toda su familia durante el traslado.
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Una vez que llegaban al nuevo escondite todos tenían que cerciorarse de que no reconocían nada de los alrededores. Si eso pasaba, debían abandonar para siempre ese escondite en particular. Esto era por precaución, ya que así en el caso de que alguno fuera capturado y torturado, no podría dar ninguna información que guiara al captor al resto de la familia.
Todo lo anterior estaba supeditado a la regla de oro: Si alguno se separaba, no volvería a reunirse con el resto de la familia.
A pesar de todas las precauciones que tomaban, estuvieron a punto de ser capturados más de una vez. Una ocasión especialmente memorable según su hijo Sebastián Marroquín (Juan Pablo Escobar por nacimiento), fue una vez que se estaban quedando en una casa en las montañas de Medellín.
La policía había dado con su ubicación y habían acordonado toda la zona. Con el paso de los días, se fueron agotando las provisiones y entre el hambre y el frío, Manuela, la hija de Escobar, empezó a debilitarse muchísimo. Tanto, que llegaron a temer que sufriera de hipotermia. Fue ahí cuando el narco recurrió a lo único que le quedaba a mano: dos sacos de 1 millón de dólares cada uno.
Les prendió fuego y gracias a eso la familia pudo sobrevivir, hasta que lograron escapar nuevamente. Poco tiempo después, el 2 de diciembre de 1993, Escobar fue descubierto y abatido por la policía. Interesante, ¿no? ¡Comparte con tus amigos!