La joven mujer pelirroja, venía reportando la guerra como tantos otros corresponsales instalados en la capital asediada. El miércoles por la tarde estaba en la playa de estacionamiento del shopping Retroville, a 13 kilómetros del centro, cuando la camioneta blanca en la que se hallaba voló por los aires.
La periodista murió en el acto. Su cuerpo quedó tirado al costado del rodado, sobre el cemento castigado de esquirlas. En el ataque, murió otra persona y otras dos resultaron heridas.
Oksana se convirtió en el séptimo periodista que pierde la vida durante esta guerra. Pero a diferencia de las muertes anteriores, la de esta mujer de nacionalidad rusa, admite otras lecturas.
Todavía no está claro si se trató de un ataque o de un atentado. Se habla de otro misil ruso, pero no suelen caer dos misiles en el mismo lugar.
Podría ser un ataque de drones, pero no hay elementos a la vista. Los misiles disparados a distancia, según los expertos, de ningún modo pueden ser tan quirúrgicamente precisos. Nadie explica el asesinato de Oksana del modo en que debería ser aclarado y la guerra, que va hacia adelante y no se detiene, amenaza con echarlo al olvido.
La principal hipótesis es que Oksana estaba siendo buscada como un objetivo a ser eliminado por el ejército ruso. The Insider, el sitio web para el que trabajaba, es uno de los medios declarados como “agente extranjero” por el Gobierno de Putin debido a que recibe financiación desde el exterior.
Pero antes de unirse a ese sitio como periodista, Oksana había trabajado estrechamente como productora para el Fondo Anticorrupción del principal opositor de Vladimir Putin, Alexander Navalny. El martes 22 de marzo, la Justicia de Rusia le dio una nueva sentencia a Navalny: nueve años de cárcel, que se añadirán a los dos años y medio que ya está purgando.
Según notificó su equipo de defensores a través de Telegram, los magistrados encontraron al procesado culpable por el cargo de estafa. Le achacan haber desviado 25.000 dólares de donaciones entregadas a su organización. Navalny está encerrado en los laberintos engañosos de la Justicia digitada rusa.
Es extraño que estuviera por la tarde en el parking del shopping, dos días después de lo acontecido en ese lugar. No había razones periodísticas para volver allí. Pero más extraño es lo que delata el simple hecho de observar cómo quedó la camioneta.
El área estaba apenas acordonada y sólo un soldado la custodiaba. Pidió que las fotos se hicieran solo al vehículo y no a la fachada del centro comercial. La camioneta no parecía alcanzada por un misil, sino destruida por una detonación. Hay impactos de bala en un vidrio y también en otro de los autos que quedaron dañados a su alrededor.
Fuentes del Gobierno ucraniano deslizan la posibilidad de que rusos infiltrados hayan cometido un ataque contra la corresponsal. Es especulación. No hay pruebas a la vista. Pero sí se sabe que en la capital Kiev, agentes especiales están lanzados a la caza de espías rusos y chechenos que estarían infiltrados entre la población desde antes que comenzara la guerra de la que se cumplió un mes este jueves.
Otra posibilidad, más descabellada, señala que la periodista rusa pudo haber sido asesinada por fuerzas ucranianas para inculpar a los rusos por un nuevo asesinato de trabajadores de prensa.