Un ejército de 45.000 voluntarios se apodera de París desde hace más de un mes para que todo esté bajo control en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Su labor es discreta, pero sus uniformes alertan en cada rincón de la presencia de una persona dispuesta siempre a remover cielo y tierra por ayudar.
Sus funciones son tantas que no se podrían enumerar: animadores para turistas, resolventes de dudas para espectadores y periodistas, cuidadores de los detalles en los pabellones deportivos o hasta la famosa sujeta paraguas del presidente del Comité Organizador.