En la casa de la ciudad de Córdoba (Argentina), donde el sábado al mediodía Eric Van De Velde asesinó a machetazos a su sobrino e hirió de gravedad a su madre y a su hermana no se encontraron drogas. Tampoco existen testimonios que sugieran que el sujeto de 29 años padecía algún tipo de adicción. En cambio, los inquietantes mensajes que dejaba en sus redes sobre venganza, destrucción y muerte alimentaron la hipótesis de un posible brote psicótico y el homicida fue trasladado a un centro de detenidos con trastornos.
Mientras crece la conmoción junto con los detalles del desastre ocurrido este fin de semana en el interior de una vivienda del barrio Kairos en pleno almuerzo familiar, una fuente cercana a la causa indicó que Van De Velde fue imputado por los delitos de homicidio simple y lesiones graves y lesiones leves calificadas, y quedó detenido en el Centro Psíquico Asistencial (CPA) de la Justicia provincial. En tanto, las dos mujeres que sobrevivieron al brutal ataque, permanecen internadas en terapia intensiva, con pronóstico absolutamente reservado.
La tercera víctima de Van De Velde fue un chico de apenas 12 años, su sobrino, que había ido con su mamá de visita a la casa del acusado y cuando se desató la locura no tuvo ninguna chance de defenderse. “Fue un espanto. ¡Un espanto!. Una cosa inenarrable”, comentó otro vocero que trabajó en la escena. Santiago Palacios fue trasladado de urgencia al Hospital Tránsito Cáceres, pero los médicos no pudieron salvarlo debido a la gravedad de las heridas.
Los gritos de las mujeres helaban la sangre y atravesaban las paredes de la casa de la calle Usuhaia al 3.000 con tanta fuerza que se podía respirar la desesperación en el aire. Es por eso que quienes las escucharon no dudaron en intervenir para intentar frenar lo que estaba ocurriendo. Nada, sin embargo, podía prepararlos para la escena con la que se encontrarían en el interior del domicilio.
En diálogo con Arriba Córdoba (El Doce), los vecinos que lograron saltar la reja de la vivienda pusieron en palabras el horror. Van De Velde tenía el machete en una mano y en la otra un cuchillo de caza. “Les pegaba sin piedad”, coincidieron los testigos. El imputado también advirtió la presencia de ellos, pero no pareció importarle. Siguió pegándole a los cuerpos aunque estaban en el suelo y ya no se movían.
Todavía en shock contaron que mientras esperaban que llegara la policía recurrieron a lo que tenían a mano: comenzaron a tirarle piedras al homicida con la intención de “voltearlo y que reaccione”. “Se reía todo el tiempo, nunca demostró arrepentirse. Todo sin piedad”, subrayó el vecino sobre aquel momento dramáticamente inolvidable.