Hasta la persona menos aficionada a la lectura de seguro sabe que para realizar la traducción de un libro de un idioma a otro hay dos requisitos básicos: haber leído el texto y saber a la perfección ambos idiomas, el original en que está escrita la obra y aquel al que se traducirá.
Pues bien, la historia de la primera traducción de “El Quijote” al chino rompe con esta norma. En los años veinte, con una China convulsa a medio camino entre el imperio y la nación revolucionaria, el erudito Lin Shu se embarcó en la titánica tarea de introducir los clásicos de la literatura universal en su país.
Así, en 1922 Shu fue pionero en traducir la obra de Miguel de Cervantes al chino, a pesar de que jamás había leído “El Quijote” y de que no hablaba ni una palabra de español. De hecho, Lin tampoco conocía el inglés, ni el francés, ni ninguna lengua extranjera; no poseyó ninguna copia del libro en castellano ni parece que esto lo inquietara en lo más mínimo. Con un descaro encomiable, Lin tradujo la historia del “ingenioso hidalgo” de oído.
En esa China de hace un siglo, bullía un movimiento nacionalista que se proponía educar al pueblo en valores universales y liberar al país de la superstición. Sin embargo, solo las élites podían estudiar lenguas, viajar al extranjero y adquirir libros en otros idiomas. Chen Jialin, un amigo de Shu, había leído “El Quijote” en alguna (muy vieja y poco fiable) traducción al inglés y que luego contó al escritor. Parece que Lin quedó fascinado por la figura del caballero de la Mancha y se decidió a popularizar en mandarín la obra.
Animado por un espíritu muy quijotesco, Lin Shu se lanzó a traducir la historia de Cervantes según se la iba contando su amigo. Es decir, Lin fue escribiendo en mandarín clásico la historia que su amigo le contaba en chino coloquial, según lo que este había leído en inglés de una vieja traducción del castellano. Como es fácil imaginar, esta versión de las aventuras del caballero manchego está llena de inexactitudes, de valores confucianos, de refranes locales y hasta tiene un título peculiar: “La historia del caballero encantado”.
Como buen héroe quijotesco, las andanzas del texto de Shu no duraron mucho: el libro había sido redactado en chino clásico, una lengua que fue pronto condenada como retrógrada y olvidada en una China en plena transición política. Por desgracia, la segunda parte de “El Quijote” quedó sin la especial traducción de Lin.
Del chino al español
Según publica El Confidencial, esta compleja aventura de traducciones acaba de dar una nueva vuelta de tuerca. Casi 100 años después, la catedrática Alicia Relinque tradujo al español el primer “Don Quijote” chino. “La historia del caballero encantado” se publica ahora con la ayuda del Instituto Cervantes en una edición en la que además se incorporan más de seiscientas notas explicativas.
Lo más excepcional es que la traductora se ha esforzado en elegir un español de vocabulario y gramática arcaizante, que se usaba en textos del Siglo de Oro. Para Guillermo Bravo, uno de los editores que ha luchado durante años por publicar este Quijote de ida y vuelta, la obra de Lin Shu “tiene un valor literario propio”.
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