La crisis energética en Cuba se agudizó en las últimas semanas, con millones de ciudadanos enfrentando apagones diarios que pueden durar más de 20 horas.
María Elena Veiga, una ama de casa de 60 años que vive cerca de La Habana, relató cómo su familia ha tenido que recurrir al carbón para cocinar debido a la falta de electricidad. “Hemos optado por cocinar con carbón, porque si no, no podemos comer”, comentó Veiga, destacando las dificultades que enfrentan a diario los cubanos para acceder a servicios básicos. La falta de electricidad y el gas escaso han convertido las tareas cotidianas en un verdadero desafío.
En este sentido, la crisis energética se debe, según las autoridades, a la baja disponibilidad de energía en la isla, con la mayoría de las centrales termoeléctricas fuera de servicio. La escasez de combustible dejó a muchas de las plantas fuera de operación, lo que afecta la capacidad de generación eléctrica. Además, el régimen cubano ha reconocido que las reparaciones y el mantenimiento de la infraestructura energética son insuficientes, lo que ha agravado la situación. La empresa estatal Unión Eléctrica (UNE) estima que el déficit eléctrico podría superar los 1.600 megavatios en el horario pico, lo que provoca cortes masivos en distintas partes del país.
En este contexto, el sistema eléctrico de Cuba se ve constantemente afectado por los apagones, especialmente en las zonas más alejadas de la capital. La UNE anunció que más del 50% de la isla sufriría apagones simultáneos en la tarde-noche de este miércoles, cuando la demanda eléctrica es más alta. La crisis ha sido tan grave que a finales de 2023, varios colapsos de la red eléctrica dejaron al país a oscuras, afectando a unos 10 millones de habitantes. Ante esta situación, el gobierno cubano tomó medidas extremas, como el cierre de escuelas durante dos días y la solicitud de que los trabajadores no esenciales permanezcan en casa para reducir el consumo de electricidad.
La falta de inversión en el sector energético es uno de los principales factores que ha llevado a este colapso. Las centrales termoeléctricas cubanas, muchas de ellas obsoletas y en mal estado, requieren una inversión significativa para ser modernizadas, pero el régimen no dispone de los recursos necesarios. Según expertos, Cuba necesitaría entre 8.000 y 10.000 millones de dólares para mejorar su sistema eléctrico. Mientras tanto, la escasez de combustible, principalmente fueloil y diésel, sigue limitando la capacidad de generación de electricidad, lo que profundiza aún más la crisis. La situación tiene un impacto negativo en la economía cubana, que experimentó una contracción del 1,9% en 2023, y no se espera que recupere los niveles de crecimiento previos en el corto plazo.