A sus 23 años, Adriana se convierte en un símbolo de lucha y resiliencia, ayudando a otros sobrevivientes de cáncer infantil.
Adriana Justiniano, una joven de 23 años, ha transformado una experiencia marcada por el dolor y la incertidumbre en un relato de superación y esperanza. Diagnosticada con Leucemia Linfoblástica Aguda a los cinco años, su vida cambió drásticamente, pero su espíritu de lucha y el apoyo incondicional de su madre la guiaron a través de los momentos más oscuros.
El viaje de Adriana comenzó en el Oncológico de Santa Cruz, donde su familia enfrentó el desafío de tratar una enfermedad que, en 2006, era aún más crítica. Mientras su madre trabajaba en España para buscar mejores oportunidades, Adriana luchaba contra el miedo y el dolor. La situación se tornó más complicada cuando el costo del tratamiento se volvió insostenible. Sin embargo, el destino les sonrió al conocer al dueño de una aerolínea, quien generosamente donó los pasajes que les permitieron viajar a España en busca de una segunda oportunidad.
“Mi madre fue mi roca”, recuerda Adriana. “Pasaba largas horas esperándome afuera de la escuela porque no podíamos pagar el transporte. Su amor inquebrantable y determinación me motivaron a seguir adelante.” Los años de quimioterapia y hospitalizaciones fueron un desafío constante, pero Adriana aprendió a valorar la vida como un regalo.
Tras superar la leucemia, Adriana regresó a Bolivia y, en 2021, decidió retribuir la ayuda que recibió al formar un grupo de sobrevivientes de cáncer infantil. Este equipo se dedica a ofrecer apoyo emocional a pacientes y familiares en el Oncológico de Santa Cruz. “Es fundamental que los padres y los pacientes sientan que no están solos, que hay quienes han pasado por lo mismo”, afirma.
Adriana enfatiza la importancia de ser vistos y escuchados. “Siempre les digo a los VENCEDORES que nuestras historias no son solo estadísticas. Cuando alguien apoya una campaña para adquirir medicamentos o costear tratamientos, realmente está salvando vidas.”
El cáncer dejó cicatrices en Adriana, pero también la fortaleció. “Me enseñó a no rendirme y a luchar por mis sueños. En el Día Mundial contra el Cáncer, quiero que mi historia sirva de recordatorio de que la enfermedad no nos define; lo que nos define es cómo decidimos enfrentarla.”
Adriana venció el cáncer.