Los animales son capaces de sentir tanta pena por las partidas físicas
como lo hacen los humanos. Pero para ellos, no ser conscientes de esto, podría parecer una verdadera tortura ante la incapacidad de ver a quienes
fueron sus amigos y familiares.
Para una gatita de un vecindario de Yucatán, México, las visitas a un local cercano eran parte de su rutina diaria, gracias a que había desarrollado una relación afectiva con el dueño del local, pero un día fue hasta allí y encontró las puertas cerradas, sin saber el porqué.
Contrario a lo que muchas personas podrían creer en primera instancia, la pequeña gata llamada Estela no vive en las calles del lugar, sino que tiene una familia que la ama, pero que le permitía salir a visitar a su amigo cuantas veces ella quisiera.
Según muchos clientes que frecuentaban la tienda de Don Beto, que era donde se dirigía la gata, siempre la veían por allí. Ya fuera jugando con algunos objetos del lugar o tomando largas siestas sobre los asientos que tenía el dueño de la tienda.
A pesar de la buena química entre la felina y el hombre que era dueño de la tienda, tardo cambió drásticamente cuando un día la gata Estela volvió y no encontró las puertas abiertas. Desafortunadamente, Don Beto había fallecido en un accidente y su drástica partida no le permitió despedirse de ninguno de sus seres queridos.
La gata era ajena a esta situación, por lo que después del incidente que desconocía, fue a visitar la tienda de Don Beto para encontrarla cerrada. Desconcertada, el pobre animal maullaba desconsolado esperando que el hombre atendiera su llamado y lo invitara a pasar.